Todo iba como de costumbre, las visitas. las salidas. nuestros compromisos, el ajuste de horarios para vernos, las idas al super juntos, él tomaba el carrito y yo checando qué poner en el, los mensajes durante el día eran parte de nuestra dinámica, las llamadas para cerrar el día contándonos cómo nos fue y qué haríamos al día siguiente, de pronto empecé a notar que las llamadas ya no eran en los horarios acostumbrados, las faltas a levantar el teléfono de su parte cuando le llamaba, mi insistencia era pesada para mi y muy incomoda para él. Hacer planes juntos empezaba a hacerse complicado, porque tenía programado trabajo o actividades que no me contemplaban, mi molestia, mi incomodidad era manifiesta y al mismo tiempo el pretexto perfecto para alejarnos y ahora entiendo que también fue su tiempo disponible para otras cosas menos para nuestra relación. Un da entre tanta incomodidad, en medio de la falta de sueño por la angustia de querer entender qué pasaba, mi preocupación de qué estaba yo haciendo mal o qué debería corregir para regresar a los momentos de gusto y amor en nuestra relación, esas noches fueron tantas que el cansancio me venció y no solo para dormir, sino el cansancio del alma por querer sostener lo insostenible. No fue sencillo pero decidí soltar, esa soltura que era necesaria y obligada para mi salud, de esas veces que el único camino que tienes es regresar a ti, a mirarte de nuevo y reajustarte, empecé el proceso de reconstrucción, empecé a vivir el duelo de la separación aún estando dentro de la relación, empecé a cuidar mas mi cuerpo, retome las comidas saludables, justo lo que se dice cuando te cortas el cabello o lo cambios de color, “cerrando ciclos”, sin embargo no era suficiente, estaba yo planteando mi salida de esa relación, sin embargo cuando él noto mi ligero distanciamiento, retorno a las actividades como si nada, sin decir absolutamente nada, solo actuando como si nunca me hubiese hecho a un lado, como si nunca me hubiera ignorado las llamadas, sin decir un disculpa, sin explicaciones, sin preguntas, una vez mas mi cabeza seguía sin entender, pero el corazón contento de su regreso, nuevamente lo volví a priorizar, nuevamente me volví a hacer a un lado de mi misma y pasó exactamente lo mismo, volvieron las distancias, los silencios, los planes sin mi, etc. y entonces en la platica con mis amigas, salió la opción de asistir a la terapia, la recomendación de buscar ayuda para salir de un sitio al cual nos hacemos dependientes, como si fuera una droga, la compañía que nos hace sentir solas, que nos lastima pero no nos apartamos, la inercia de mantenernos con la persona que dice que es nuestra pareja pero que altitudinalmente no lo refiere. Vivir la experiencia de la terapia entonces es el acompañamiento que nos permite entender por qué es importante regresar a nosotros, nos permite vivir el proceso de duelo por separación con mayor conciencia, empezamos a comprender lo que esta ocurriendo. Vivir el duelo es necesario y si bien duele, la sanación nos permite crecer como personas y ese crecimiento se refleja en nuestro entorno. Recordar que no podemos solos es una actitud de valentia, pedir ayuda es sabiduria.
Te esperamos en la siguiente sesión de esta historia…
